miércoles, 4 de enero de 2012

Como si fuera la primera vez

Suena tan estúpido decir que puedes llegar a querer a alguien sin ni siquiera conocerlo y todavía más absurdo concebir esa idea del tan tratado y al mismo tiempo novedoso "amor a primera vista". Debo aclarar antes que todo que no hablo de ese amor considerado como atracción.  Hablo de deseo: un deseo puro, inocente y sin malicia que solo pueden llegar a entender aquellos que alguna vez siendo niños sintieron que estaban enamorados aún sin haber comprendido en su totalidad el significado de tal expresión. Un deseo que nada tiene que ver con ilusiones, ni esperanzas, ni sentimientos relacionados a hechos platónicos. El deseo de mirar a esa persona cada día como si fuera la primera vez, y sentir esos nervios inminentes e incontrolables, esa presión en el estómago al punto que te causa dolor, ese escalofrío que recorre todo el cuerpo, esa sensación de que no hay suficiente aire por respirar.... mientras esa persona, probablemente, nada sienta porque no se ha percatado que estas ahí, en el mismo lugar de siempre, esperando una señal que compruebe tu existencia en su mundo. Justamente es ese deseo del cual pretendo escribir, el de ver a ese alguien sonreír y creer que el mundo en verdad tiene sentido. He comprobado que sí se puede llegar a querer a un desconocido y como si no fuera suficiente con llegar a quererlo debo confesar que también me he enamorado de uno. A pesar de que no era más que un extraño para mí, sentía que necesitaba reducir esa infinita distancia que nos separaba, quería cruzar esa frontera que dividía nuestros intereses y satisfacer la necesidad de saber si la persona que estaba a su lado en aquel momento le hacía feliz para yo también finalmente haberme resignado a serlo.